
El pulpo, que ha sido un producto básico de las gastronomías mediterránea y asiática del este, se ha convertido en un manjar global debido a la popularidad del sushi, las tapas y el poke y a la búsqueda de proteínas de alta calidad.
La mayoría de los caladeros de pulpos salvajes aún son más artesanales que industriales y emplean barcos pequeños y técnicas tradicionales. Los miles de pescadores de los estados mexicanos de Yucatán y Campeche atraen a sus presas colgando cangrejos de largos palos de bambú. Pero la captura global (420 000 toneladas al año, según la FAO) se destina principalmente a los consumidores acomodados de Corea del Sur, Japón, España, Italia, Portugal y, últimamente, Estados Unidos. Aunque podamos considerar el pulpo a la gallega el plato por excelencia de la comunidad, Galicia importa 20 veces más pulpo del que captura.
Sobrepasan de largo a los demás invertebrados en cuanto al número de neuronas, e incluso dejan atrás a roedores, ranas y muchos otros vertebrados. El pulpo común (Octopus vulgaris), por ejemplo, cuenta con 500 millones de neuronas. Está mejor dotado que los ratones (80 millones), y prácticamente a la par que los gatos (700 millones). El Octopus vulgaris, que habita en el mar Mediterráneo y en el Atlántico oriental, es muy apreciado a nivel gastronómico.